lunes, 10 de junio de 2013

La perseverancia ante el miedo



Afligido y taciturno, luchabas nervioso como un niño al que le han pegado mucho. Te
sostuve con firmeza y tú seguiste luchando hasta que tu cuerpo cedió y caíste rendido
en mis muslos, apoyando tu cabeza contra mi bajo vientre. Allí, sin poder tapar
tus lágrimas, gemías y sollozabas, te retorcías y afanabas en huir, aún seguía
allí el miedo, pero no estaba dispuesto a dejarte huir. Acaricie tu pelo y te
arrullé como solo puede hacer una mujer. Y así, completamente indefenso pude
ver lo que realmente eras, y lo que quería hacer por ti, la más explícita
definición del amor y del ser humano.

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